Participación electoral y economía conductual
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Enrique Manzur
Más allá de los resultados específicos, el proceso eleccionario nuevamente se caracterizó por una alta abstención. De un padrón electoral de más de 14 millones solo 6,7 millones se interesaron en participar y expresar su preferencia. Así, la reciente elección presidencial se convierte en la de menor porcentaje de participación desde el retorno a la democracia. Lo anterior, viene a confirmar una preocupante tendencia que no ha podido ser revertida ni con la inscripción automática o la eliminación del sistema binominal. Ello a pesar de que en esta ocasión la oferta, al menos en cantidad, fue alta con 8 candidatos presidenciales y más de mil al Congreso, cubriendo un amplio rango del espectro político e ideológico. A ello se suma una campaña pública para incentivar la participación y el establecimiento de gratuidad en el transporte el día de la elección. Sin embargo, ninguno de estos cambios impidió que más de medio millón de votantes se restaran de este proceso en comparación a 2009, la última elección presidencial con inscripción voluntaria y voto obligatorio. La evidencia muestra que, a pesar de la inscripción automática, el efecto de la voluntariedad ha sido más fuerte y negativo de lo que se esperaba.
Por lo anterior, ha resurgido el debate respecto a restablecer la obligatoriedad del voto. El problema es que ello, sumado a la inscripción automática, generaría un escenario de coerción absoluta para los ciudadanos, pues éstos no tendrían otra alternativa más que votar o ser sancionados. En el sistema antiguo, si bien el voto era obligatorio la inscripción era voluntaria, dando espacio a la decisión individual. Un mecanismo para incrementar la participación, respetando la libertad personal, sería restablecer el voto obligatorio pero dando la posibilidad a los ciudadanos de desinscribirse de los registros electorales. Esta modalidad es similar a la establecida en el antiguo sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio, con la diferencia de que la opción por omisión cambia. La opción por omisión o default se refiere a la alternativa a la cual el individuo es asignado cuando éste no toma una decisión de manera activa. En el sistema antiguo, si la persona no actuaba quedaba fuera del padrón y por ello, aunque fuese obligatorio no votaba. En la nueva modalidad, si la persona no hace nada se mantiene inscrita y por ende tendría la obligación de votar.
La importancia de la opción por omisión ha sido reconocida y ampliamente estudiada por la economía conductual. Múltiples investigaciones han mostrado que las personas tienden a privilegiar la opción por default independiente de cual sea ésta. Prueba de ello, es un informe de la Superintendencia de Pensiones de 2016 que mostró que casi un 60% de los afiliados nunca ha elegido explícita y activamente el multifondo en que están sus ahorros, sino que han sido asignados por omisión o defecto al fondo preestablecido en base a su edad. Uno de los principales factores que explican la ventaja o preferencia por la opción por omisión es que su “elección” implica un menor esfuerzo psicológico y físico en comparación a tomar activamente una decisión. También se plantea que puede ser percibida como la alternativa recomendada y que se ve favorecida por la inercia y la resistencia al cambio.
En esta línea, el reciente premio Nobel de Economía Richard Thaler plantea que todos somos de alguna manera Arquitectos de Opciones, es decir podemos influir en las decisiones de otros a través de la manera en que presentamos las alternativas, el contexto, y ello es particularmente cierto para el Estado y sus políticas públicas. Por ello, propone lo que él denomina Paternalismo Libertario, que consiste en darle un “empujoncito” (nudge) a las personas para guiarlas hacia las opciones que se consideran socialmente deseables, sin que ello implique restringir su libertad. En este caso, el empujoncito consistiría en dejar como opción de default el estar inscrito en el padrón y tener que votar.
En definitiva, con el mecanismo propuesto sin duda habrá ciudadanos que harán el trámite para desincribirse, pero con bastante seguridad serán muchos menos de los que hoy “eligen” no participar.
Participación electoral y economía conductual
 La evidencia muestra que,